Hay personas que son muy seguras de sí misma y que no tienen ningún problema con su imagen ni con la ropa que se ponen pero, hay otras muchas, tanto mujeres como hombres (no hay que pensar que los problemas de autoestima son problemas exclusivamente femeninos) que no se sienten cómodos con casi ningún tipo de ropa, es más, cuanto más les tape la ropa, más les gusta como les queda.
Y es algo respetable, desde luego. Pero tenemos que aprender a querernos. A querernos con nuestros defectos y nuestras virtudes (tanto físicas como personales). Y tenemos que aprender a vivir con nosotros mismos, porque, al final, cuando no nos queda nada más, es lo único que permanece.
Y, por encima de todo, tenemos que olvidarnos del qué dirán, si nos gustan unos pantalones: cortos, largos, azules, rojos, da igual. Si me gusta la prenda y me gusta como me queda, y me la pongo y ya. Y si al vecino no le gusta, pues que se tape los ojos o mire para otro lado. Si me gusto y me quiero yo, no me importa el resto del mundo y, al fin y al cabo, si no me quiero yo, ¿quién me va a querer mejor?
Tú mismo puedes ser, a la vez, tu mejor amigo y tu peor enemigo, solo tienes que aprender a sacar al amigo, y a dejar al enemigo alejado en un rincón, donde no nos moleste. Y una vez que hayamos conseguido eso, rodearnos de personas que nos quieran y nos aprecien de verdad, que nos mimen, que nos dejen caer y aprender, pero nos den la mano para ayudarnos, que nos critiquen a la cara y nos defiendan a la espalda. Rodearnos de personas de verdad.
Y, ¿por qué no nos vemos bien? Porque no nos queremos lo suficiente como para que deje de importarnos lo que dice el resto del mundo. Y, por desgracia, el resto del mundo siempre intenta perjudicarte, bien por celos, o bien porque no quieren que seas alguien mejor, pero recuerda:
Si hablan a tus espaldas, es porque estás por delante de ellos.
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