Una cerveza muy fría o un café bien caliente.
Hay cosas en la vida que son maravillosas, como la complicidad que tienes con tu mejor amiga, los consejos de tu madre, escuchar tu canción favorita... Pero hay cosas que no podemos desaprovechar.
A pesar de mi juventud, la vida me ha enseñado que tengo que vivir cada momento como si fuera el último porque nunca sabes lo que te pasará cuando dobles la esquina, aprovechar cada risa y cada lágrima, porque de todo se aprende. Probar cosas nuevas sin saber a ciencia cierta si te gustará. Aprender cada día algo nuevo que no esperabas, y dejar este mensaje a quien creamos que le puede ayudar.
Pero, sobre todo, lo que he aprendido es a vivir.
He aprendido a caerme y a levantarme, y que cuanto más alto llegas, más grandes es la caída y más duele, pero también más aprendes.
He aprendido que a veces las traiciones no duelen, y que duele más la decepción que lo que te haga la persona.
He aprendido a sacar la parte buena de las malas decisiones, y que a veces duele soltarse y volar, pero es lo mejor que podemos hacer.
He aprendido que llorar no es siempre malo, y que a veces una sonrisa no ayuda a nadie.
He aprendido a dar cariño a las personas, porque es el mejor regalo que le podemos hacer.
Pero, ¿sabéis cual es mi parte favorita de todo lo que he aprendido?
De todas esas cosas que he aprendido, tanto bueno como malo, mi parte favorita es aprender a vivir.